¿Voto de fe incierta o repulsa al socialismo de Zapatero?

¿Voto de fe incierta o repulsa al socialismo de Zapatero?
Cuando estamos a punto de cumplir el 50%: del mandato socialista: de los cuatro años a que fuera designado por el pueblo soberano, se aprecia en las clases obreras y en las propias filas socialistas, el descontento más descomunal que maneja la historia del socialismo moderno. A ello se suman los simpatizantes y votantes en general que gesticulan el labio y lanzan algún improperio de desprecio y repulsa a la gestión de un gobierno que restringe libertades y camufla realidades, en hipotéticas cortinas de humo, y día a día sigue eludiendo la realidad entre negligencia, torpedad y virtualidad. Además, con falsedades y augurios que no pasan de la realidad de un retraso abismal y oculto para la presunta e inminente salida de la crisis, por la que cruza España y, por ende, los españoles.
Según fuentes obreras: de calle, en paro o en necesidad, y algunos varios aún en ocupación o en miedo a perderlo, el Presidente del Gobierno y toda su cúpula actúan a golpe de ignorancia y de liar el ovillo de la inseguridad sobre la maltrecha madeja trapera que sólo sirve para el enredo: hoy pongo, mañana quito, pasado te doy protección social y al que viene anuncio que te privo de derechos, ajustes salariales y bajadas de bienestar, anteriormente adquiridos. Y todo porque la falsedad presidencial mana a raudales y donde dije “digo, ahora digo Diego y aquí paz y allá gloria”. En consecuencia, la decantación del voto de fe socialista se ha visto y se verá muy mermado; y ello desde el mismo instante en que Zapatero entrara al poder y empezara, en vez de a legislar para el bienestar de los ciudadanos, él y su cúpula se dedicaron a deshacer las legislaciones de otros… Con ello crearon enfrentamientos políticos y sociales que tuvieron su máximo esplendor en la cadena COPE, bajo figura radiofónica de Federico Jiménez de los Santos.
El maremoto de privación de libertades y economías socialistas de Zapatero, en distancia de libertad y bienestar sin clase, y cerca de la imposición y el gravamen, sobre todo a las clases más vulnerables, ha llevado a los españoles por el camino del derrotero y de la amargura. También ha mostrado la doble cara y ha trasladado merma de derechos y suplantación educativa en la familia, a través del frío mandato del brazo del Estado, aunque no en la responsabilidad subsidiaria y penal que sí deja, obligatoriedad, en manos de indefensos y coartados padres. A ello habría que sumar las cotidianas e imperfecciones de la ley del menor y la de igualdad social o de género. A ambas leyes les cabe de todo menos equidad social: la primera se aleja de niños revoltosos y los auténticos delincuentes. Y de la segunda: nada bueno habría que añadir, entre hombres y mujeres, excepto que en ámbitos judiciales se cumplieran las funciones reales de la ley de igualdad social y no las de puro marketing…
Las clases obreras recuerdan, aún con nostalgia, el socialismo de Felipe González, y aunque no olvidan a los truhanes del guante blanco, como Roldan y demás tribus, ni tampoco la implantación asesina, autoritaria y exterminadora de los GAL, impuesta por un gobierno democrático, sí echan de menos leyes sociales que contenten a la sociedad, beneficien la igualdad social y deriven en progreso y bienestar general para todos. En lo laboral, incluso, y sin que ello suponga culpabilidad para el socialismo de Zapatero, por la entrada en la cruenta crisis mundial, deberíamos de reconocer que Zapatero sí ha traspasado la barrera de lo inadmisible con la futura inseguridad de aportes reales, para evitar alarma social, así como de recortes en la protección social y de jubilación, conque en los últimos tiempos ha dejado impregnados a multitud de ciudadanos. Buena parte de la ciudadanía socialista recela y siente perplejidad por la propia ineficacia e inseguridad gubernamental, no sólo del líder, sino de todo el conjunto gubernamental: la cúpula socialista al completo, sin olvidar a Blanco y a De La Vega, han dejado la rara sensación de cuervos volatizando sobre las incertidumbres del futuro, de las tinieblas, de las sinrazones y de los abismos hacia el precipicio.
En costes y carestías, propios del mercado libre, no vamos a entrar, pero sí en los productos que derivan de la Administración del Estado Español, en provecho o gravamen del conjunto de la sociedad, como pudiera ser el petróleo, el vino o la electricidad, entre otros... Los gasóleos profesionales: agricultura, industria, transporte, pesca, etc.… han alcanzado tal volumen de carestía que las actividades se ven mermadas y los campos abandonados; y las que aún no han caído en picado se irán al garete a la vuelta del mañana por la propia dejadez del estado. La electricidad ha subido un 27%, más o menos en poco tiempo, y el desbordante precio del tabaco no ha encontrado reposo en los bolsillos del ciudadano. Aunque más cruento aún, si cabe, pudiera ser el gravamen de impuestos extraordinarios que desde tiempo atrás vienen gravando el zumo de la parra, con el consiguiente retroceso en la actividad agrícola en general, y en la masa obrera en particular. Aunque para enmienda de remedio cultural, Zapatero ha dado rienda suelta a la nueva ley de derechos reprográficos de la SAGE. Una rienda chillona que aunque canta poco, por el aullar que despilfarra a diario, no dejará títere con cabeza, y se asemeja más al antiguo diezmo que a un tributo real y necesario.
Quién o quiénes de la clase obrera y media podrían hoy sonreír ante los inciertos devenires del televisor, y así, tan iguales, dentro de unos años salir a depositar la papeleta socialista, en las urnas de la sinrazón “zapaterista...” Aquellos que a sí mismos se precian de gobernar bajo siglas socialistas, protectora de obreros, pobres, marginados, parados o comprometidos con la cultura y la intelectualidad, no dan la talla ni contentan a las bases más elementales: obreros de aldeas, pueblos y ciudades. En cambio, cada día que pasa se encarece la subsistencia del ciudadano, limita el progreso y el bienestar y nos deja a merced de los contenedores y de la miseria. Por ende: ¿sobre quién recae la carestía de la vida, el hundimiento moral, económico y social, o la imposibilidad de pagar los entresijos de cualquier actividad autónoma, e incluso la propia hipoteca que guarece la humildad del ciudadano? ¿Sobre el pudiente o el parado, el autónomo, el obrero y el jubilado, o sobre las multinacionales y los banqueros…?
Nota: la diferencia entre simpatizante socialista y afiliado al partido deriva en la libertad de expresión que el primero acoge… Y en la mordaza, por mutismo impositivo, que el segundo encuentra y con la que se atraganta…
Agustín Conchilla
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